El poder de la palabra

Después de varios artículos publicados en LikedIn (que iré subiendo a este sitio poco a poco), y animado por familiares y amigos que bien me quieren, me decido a tener mi propio espacio en la red. Entre proyecto y proyecto y con mis limitados conocimientos de informática, he intentado configurar este espacio para mi, para mis reflexiones, pero también abierto a quienes quieran participar de una u otra forma en él.

Como nada es casual, para empezar les diré que la foto que preside este espacio está tomada desde donde crecí, con vistas a la fábrica de Arnao, a la playa de Salinas, a la entrada de la ría de Avilés y los faros de Avilés y Peñas.

En aquella época mis abuelos tenían familia en EEUU, con quienes el único contacto factible era postal. Cuando el cartero llegaba con un sobre con bordes azules y rojos mis abuelos sabían que llegaba una «carta del norte» con noticias de aquellos familiares «americanos«, tan lejanos en el espacio como cercanos a través del intercambio epistolar.

Según las estadísticas nuestro idioma es el segundo a nivel mundial en términos de hablantes nativos (sólo por detrás del chino mandarín) y el cuarto en número de hablantes. Es una lástima no sólo que no lo cuidemos, sino que no lo usemos más, que no hagamos de este poderoso instrumento un arma de comunicación masiva; así que intentaré servirme de nuestra lengua para compartir algunas historias con ustedes.

Poco a poco iremos escribiendo, reflexionando, hablando de temas profesionales o sociales, que espero que les gusten, aunque no siempre estén de acuerdo con mis planteamientos.

Les invito a participar dejando sus comentarios en los espacios reservados para tal fin.

Seguro que hay cosas mejorables y otras que no funcionan correctamente: soy el responsable e intentaré corregirlas tan pronto como me sea posible, por lo que les ruego paciencia.

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Clamando al Cielo

Los afortunados asistentes a la pasada gala de los MTV Video Music Awards (12 de septiembre pasado) tuvieron la oportunidad de presenciar la resurrección y el indulto de un vídeo censurado hace 34 años. Ha tenido que llegar el 125 aniversario de la compañía PEPSI para rescatar del olvido uno de sus más cortos y polémicos anuncios publicitarios: desempolvando la historia, y para ponerles en antecedentes, corría el año 1989 cuando la cantante Madonna firmó un histórico contrato con la mencionada compañía PEPSI, quien se apresuró a lanzar una campaña con el eslogan “Go ahead, make a wish” en formato video-clip con la música del tema “Like a Prayer”.

Ese spot era sólo el punto de partida de una campaña que cubriría toda la gira mundial de la artista en 1990, pero enseguida llegaron los problemas: en el vídeo original de esa canción Madonna bailaba frente a cruces en llamas o besaba a un santo negro -entre otras escenas-, lo que dio pie a que se alzaran voces críticas y ofendidas, primero en EE.UU. pero luego a nivel internacional, llamando al boicot contra PEPSI y sus empresas (entre las que se encontraban firmas como KFC, Taco Bell o Pizza Hut)… y contra la propia cantante, haciendo un llamamiento encabezado por el mismo Vaticano para abstenerse de consumir su música o asistir a sus conciertos.

Para los que no lo recuerden, el polémico vídeo era este:

Ante ese panorama los dirigentes de PEPSI intentaron cambiar el rumbo de los acontecimientos, pero, ante la negativa de la cantante a censurar de alguna manera su canción o su vídeo, a la compañía no le quedó más remedio que frenar la campaña publicitaria y desvincularse cuanto antes de su relación con Madonna, por lo que ambas partes llegaron al acuerdo de romper el contrato previo pago de los 5 millones de dólares estipulados. Ni que decir tiene que la polémica le hizo la campaña publicitaria a la cantante infinitamente mejor que su contrato con PEPSI, convirtiendo al disco y a la gira en un auténtico éxito.

Treinta y cuatro años más tarde, compañía y artista vuelven a unir sus caminos con la publicación de ese spot (desconozco si ahora hay acuerdo económico de por medio), en otra sociedad y momento histórico bien distinto.

A veces conviene mirar atrás y reflexionar sobre cómo hemos cambiado como sociedad (es inevitable que las sociedades cambien), y cómo nos complace juzgar con los ojos de 2023 obras escritas o compuestas hace décadas para indultarlas o para censurarlas, así como opinar y criticar con el punto de vista de 2023 discursos, canciones o maneras de vivir de otras épocas: a moro muerto gran lanzada.

Pero mientras nos ocupamos de mirar atrás ejerciendo de inquisidores, otros espectáculos actuales no sólo no son sometidos a la más elemental crítica, sino que –amparados en el salvoconducto de la indiscutible libertad- pasan inadvertidos y son asumidos por la mayor parte de nosotros: discursos, tertulias, monólogos y chanzas carentes de toda ética se filtran por capilaridad en nuestra sociedad y –lo que es más grave- en nuestra juventud, estableciendo las pautas y los estándares éticos y morales mientras sus mentes y criterios aún están en fase de maduración.

Hace unas semanas, un conocido “influencer” de tan sólo 28 años, que forjó su fama narrando eventos deportivos y ahora cuenta con decenas de millones de seguidores en canales digitales, lideraba una tertulia con otros jóvenes en uno de sus programas en la que, en un momento dado, surge el debate sobre qué sería preferible si matar a una anciana o a un gato:

https://www.larazon.es/actualidad/ibai-llanos-junto-varios-streamers-prefiero-matar-anciana-que-gato_2023090164f2024a714dff0001cd6691.html

No sé a ustedes, pero a mí este tipo de espectáculos y debates que son seguidos por muchos de nuestros jóvenes me parecen preocupantes.

Pero, por si eso fuera poco, hace tan sólo unos días, en un programa de máxima audiencia en la Cadena Ser, un tipo que dice ser periodista bromeaba sin reparo ni pudor sobre Santa Teresa de Calcuta:

Cabe destacar que el individuo que habla así (confieso que yo no lo conocía) fue premiado en 2021 por el Ministerio de Igualdad al otorgarle el “Reconocimiento arcoiris” a la visibilidad LGTB en el ámbito de la comunicación.

El decoro y la mesura me impiden en este momento decir lo que pienso de personas con ese tipo de discursos, pero creo que estaremos de acuerdo en que, en ambos casos, nos encontramos ante cobardes, ante gente que se creen graciosos (porque hay quien les ría las gracias) y disruptivos por el mero hecho de meterse con quien no se puede defender y con quienes no les van a represaliar o castigar por su acción: ustedes y yo sabemos que estos mismos sujetos no tendrían ese mismo valor para hacer lo que hacen en otras sociedades o para meterse con otras religiones.

Duele comprobar cómo la sociedad occidental se ha ido acostumbrando a la cobardía de juzgar desde la comodidad y con la mansedumbre del rebaño que sigue las pautas de quien le dicta lo que está bien y lo que no está bien, con quién nos podemos meter sin problemas y a quién “debemos respetar”. Con el paso de los años hemos tenido acceso a la información y a la educación que en otros tiempos sería impensable, y no sólo no lo hemos aprovechado, sino que hoy en día parece que nos han vaciado de valores: vivimos en una sociedad de palabras huecas; nuestra sensibilidad ha abandonado a los mayores y a quienes cuidan de los más desfavorecidos para centrarse en los animales y en el cambio climático (por poner algún ejemplo).

Para tener conciencia de adónde hemos llegado y cómo se ha transformado esta sociedad, hoy en día –por ejemplo- no podría filmarse algún spot publicitario de los años 60 ó 70, o una película de Ozores, Esteso y Pajares (de hecho, han caído en el olvido para las grandes plataformas), ni grabarse alguna canción de nuestros músicos de los 80… mientras que nuestros jóvenes tienen líderes mediáticos que no sólo debaten, sino que defienden matar a una anciana antes que a un gato… o una cadena con millones de radioyentes le ríe las gracias a un impresentable mofándose de una santa que dedicó su vida a cuidar de los más pobres.

Todo es muy triste, parece que en 2023 a esta sociedad adulta y moderna nos faltan valores y también nos faltan bemoles.

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La berrea

Foto de Y S en UNSPLASH

Además de la vuelta al cole y a la rutina ordinaria, el mes de septiembre supone la antesala del otoño, con todo lo que la naturaleza nos depara en ese periodo: los días se van acortando y la luz propia de esta época -junto con las tonalidades de las hojas de los árboles- nos proporcionan unas escenas de coloridos y contrastes ciertamente inigualables.

Uno de los espectáculos que ha ido ganando adeptos en los últimos años es la berrea, el periodo de celo del ciervo en el que los machos cortejan a las hembras emitiendo fuertes sonidos guturales (bramidos) para hacer notar su presencia y presumir de galantería y poderío antes de pelear con otros machos para demostrar su fortaleza cuerpo a cuerpo. El papel de las hembras se limita a contemplar el espectáculo, en atender primero a los berridos de los pretendientes y luego asistir a las peleas (batallas épicas que pueden prolongarse durante horas, hasta la extenuación) donde sólo el más fuerte saldrá vencedor y tendrá el premio de aparearse con todas las hembras de la manada: las hembras esperan pacientemente al ganador porque se supone que será el que tenga mejor material genético para sus crías, que es lo que les importa.

El ciervo es un imponente animal muy extendido en la mitad norte del planeta, por Europa y Norteamérica, que puede superar los 2 metros de altura y los 200 kilos de peso; su cornamenta se renueva todos los años (les crece una especie de pelusa que frotan contra los árboles antes de la época de la berrea) y va creciendo con la edad del animal. Las hembras se caracterizan poque son físicamente más pequeñas y más esbeltas que los machos y además no tienen cuernos.

Los que ya peinamos canas recordaremos las imágenes de “El hombre y la tierra” con Félix Rodríguez de la Fuente comentando los pormenores del cortejo:

Escuchen las palabras de Félix Rodríguez de la Fuente: “el celo de titanes, la lucha de los más aptos, la selección de los mejor preparados…”

Estas últimas semanas muchos medios han recordado el inicio de la berrea, y a mí me han trasladado a hace años, a una empresa con la que yo solía tener relación profesional en la que tenían un grupo de montaña. En una de sus excursiones uno de sus miembros logró fotografiar a un majestuoso ejemplar de ciervo: la foto era muy bonita así que decidieron revelarla y colgarla en el rincón en el colgaban las fotos de sus aventuras y excursiones… hasta que el pícaro de turno reparó en ella y no dudó en bautizar al animal con el mismo mote con el que conocían a un compañero cuya relación matrimonial no debía ir muy allá.

Años más tarde y en otra ocasión bien distinta, un conocido lamentaba que la berrea fuera la excusa esgrimida por su jefe para disculpar la no asistencia a su boda: al parecer ese mismo jefe había invitado unos meses antes a un montón de subordinados a su enlace matrimonial (entre los que estaba mi conocido) y éstos no habían tenido más remedio que asistir y aportar el correspondiente –imagino que generoso- obsequio. Cuando le llegó el turno a la boda de mi amigo -supongo que- esperando una cierta reciprocidad, invitó a su jefe sin sospechar que éste antepondría una excursión contemplativa de la berrea y el celo del ciervo ibérico antes que asistir al enlace de su subordinado. Ya saben cómo están las cosas hoy en día: los cuernos antes que las promesas de fidelidad eterna.

Por último, siempre recordaré que la berrea del ciervo era (y sigue siendo) el pretexto para bromear entre un grupo de buenos amigos, pero -sobre todo- para pasar un buen rato mientras recordamos cómo en su día provocábamos a uno de los nuestros (al que siempre tendremos en nuestras vidas), cuando se quedaba ojiplático y boquiabierto cual Don Quijote imaginando gigantes al ver los molinos, mientras comentábamos detalles -verídicos o imaginarios- de protagonistas inconfesables.   

Debería ser motivo de reflexión en nuestra sociedad y en nuestras empresas cómo la naturaleza es sabia, severa y rigurosa para seleccionar a los mejores, a los que permitan una mejor supervivencia de la especie. Una naturaleza que premia la valentía, el esfuerzo, el arrojo y la aptitud y en la que no caben medianías, cupos, ayuditas ni amiguismos.

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La paradoja del calvo de los rizos de oro

Una de las noticias del verano ha sido -sin duda- el Campeonato de Mundo de Fútbol conquistado por nuestra selección femenina el pasado 20 de agosto. Les recuerdo la emisión de ese día de uno de los programas radiofónicos de mayor audiencia en España:

En ese programa, sin ser conscientes remotamente de las dimensiones que adquiriría la polémica horas más tarde, entrevistaron a Luis Rubiales (minuto 31:05) y a Jenni Hermoso (minuto 35:30), quienes celebraban el título y dejaban el incidente del famoso beso en una mera anécdota, mitigando la importancia que el resto del populacho le estaba dando en ese momento. Lo que ha pasado desde entonces lo conocemos todos: en lugar de centrarnos en la celebración del título, en lo que nos une y en lo que debemos festejar, los focos y la discusión se han dirigido hacia el comportamiento inapropiado y soez del presidente de la Federación, que ha demostrado no estar a la altura del cargo que ostentaba.

Luis Rubiales llegó a la presidencia de la RFEF en 2018, y desde entonces ha dado motivos más que suficientes para ser cuestionado: entre otras cosas se le achacan fiestas y gastos privados con cargo a la Federación, nepotismo, negocios de fútbol con futbolistas en activo… o pasar por alto uno de los mayores escándalos que salpica al fútbol español, como es el “Caso Negreira” o “Barçagate” (por cierto, bastante oculto y silenciado por demasiada prensa, líderes de opinión y entidades deportivas), en el que la Fiscalía investiga unos pagos probados del F.C. Barcelona al vicepresidente del Comité Técnico de Árbitros (Enríquez Negreira) y su hijo, y en el que el titular del Juzgado de Instrucción nº 1 de Barcelona, Joaquín Aguirre, ha denunciado “la existencia de una corrupción sistémica en el Comité Técnico de Árbitros (CTA)”:

https://www.libertaddigital.com/deportes/futbol/2023-09-05/juez-caso-negreira-denuncia-corrupcion-sistemica-comite-arbitros-7046217/

Todo lo anterior no ha debido ser motivo bastante y suficiente para ninguna institución, ni para la prensa, ni para la sociedad en general con el que argumentar la solicitud de la dimisión, el despido o la intervención de la justicia contra Luis Rubiales, y ha tenido que ser un comportamiento vulgar, soez e impropio quien haya arrancado la maquinaria de la defenestración.

Casos similares al que nos ocupa seguro que hemos visto alguno que otro en algunas organizaciones (a vuelapluma recuerdo Federaciones de Fútbol, políticos a todos los niveles, etc) y empresas: casos de personas corruptas con el conocimiento y la anuencia de sus subordinados, colegas o –incluso- de sus superiores sin que nadie hiciera nada por evitarlo o denunciarlo para no meterse en líos, por mantener el puesto de trabajo o porque es muy difícil luchar contra el statu quo siendo consciente de quién es la parte fuerte, a quien en un momento dado le van a ayudar con una boca cerrada o incluso –lo que es peor- falso testimonio.

Ante una situación así, y en una posición en la que poco podemos hacer, sólo cabe esperar: la vida es una serie en la que cada capítulo nos depara una aventura distinta y en la que –al final- más pronto o más tarde, todos tendremos el áurea o el estigma que hayamos cosechado.

Hemos asistido a la paradoja de haber conquistado un mundial de fútbol femenino gracias a Rubiales, cuando hace un año tomó la decisión acertada de respaldar y mantener en el cargo al seleccionador -Jorge Vilda- ante el chantaje y el motín de 15 de las jugadoras internacionales que pedían su cabeza (por causas que aún hoy se desconocen) y que se negaron a jugar con la selección nacional: Rubiales apoyó a su seleccionador y así Vilda pudo hacer un grupo de jugadoras más unido (a las que se unirían antes del mundial 3 de las amotinadas al recapacitar y deponer su actitud) que hicieron a España campeona del mundo. No tengo claro que como país hayamos merecido este triunfo, puesto que no hemos sabido celebrarlo ni disfrutarlo como se merece, al estar más pendientes de la condena a un patán y del despido del seleccionador que nos guio por este camino que de saborear el triunfo.

Quizá debamos reflexionar sobre qué personas nos representan, y si sería necesario no ya una formación académica mínima, sino un “saber estar” y una “ética” mínima para ocupar algún cargo de cierta responsabilidad.

Un tipo cuya gestión está plagada de decisiones y acciones controvertidas e impropias no es cuestionado por nadie, toma una decisión que implica la consecución de un campeonato del mundo y por un comportamiento protocolariamente indigno le llega la inhabilitación (y veremos si algo más) y salpica a todo su entorno, incluyendo al seleccionador que nada tuvo que ver con ese comportamiento y que hizo que el equipo consiguiera el triunfo. Todo es paradójico, como lo ha sido tener de presidente de la Real Federación Española de Fútbol a un “rubiales” con un cuero cabelludo semejante al de Kojak.

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