
Hace un par de meses la Consejería de Industria, Empleo y Promoción Económica del Principado de Asturias publicaba en el BOPA el convenio colectivo para el sector metal, que -como saben- establece unos mínimos para las relaciones empresa-trabajador en este negocio. Siempre que hablamos de las relaciones empresa-trabajador nos enfrentamos a diversos puntos de vista que seguramente no serán del todo acertadas ni del todo erróneas, cada una de las partes tendrá un punto de vista de la situación basada en argumentos indiscutibles: algunos empresarios tienen fundadas quejas sobre el compromiso o rendimiento de algunos trabajadores, del coste que supone para ellos… y desde la otra trinchera no faltan trabajadores se quejan del trato que reciben por parte de la empresa y de la falta de reconocimiento a su labor.
Con motivo de la festividad del reciente lunes 2 de mayo (en mi Comunidad Autónoma y en muchas otras fue festivo por trasladarse la fiesta del día 1 al lunes) tuve la oportunidad de conocer de primera mano distintas realidades en el sector que nos ocupa. Por una parte, a uno de mis interlocutores su empresa le daba la oportunidad de elegir qué hacer ese día entre tres opciones:
- Tomarse el día festivo, como marcaba el calendario laboral.
- Trabajar voluntariamente y cobrar esa jornada como como un festivo (extra).
- Trabajar voluntariamente, cobrar esa jornada como un día normal y generar un día de vacaciones para disfrutar cuando él quisiera.
Lo cierto es que me quedé gratamente asombrado de que una empresa pudiera organizarse así, dando esas oportunidades a sus trabajadores (desconozco si esta oportunidad era generalizada para todos o sólo para una parte de la plantilla), pero este hombre estaba muy contento con este trato y el ambiente laboral en su empresa.
Desde el otro lado de la tertulia, un segundo interlocutor en la reunión se lamentaba -entre la indignación y el sumo cabreo- explicando la última faena que les habían hecho en su empresa con la interpretación sui géneris del flamante convenio en lo que respecta a la revisión salarial, y es que -aunque el nuevo convenio establece subidas salariales del 2% para los años 2021 y 2022, y un 2,25% para 2023- la manera de aplicar esta revisión en su empresa hacía que de facto los salarios siguieran congelados. Al ser preguntado por cómo era posible que tal cosa pudiera llevarse a cabo en contra del “espíritu del convenio” (si es que existe tal cosa), nos explicó que la práctica totalidad de la plantilla tenía sueldos que superaban los mínimos establecidos en el convenio, así que en las nóminas la empresa les detallaba un concepto de “salario base”, que contemplaba el salario mínimo establecido por el convenio para su categoría laboral… y un epígrafe de “mejora voluntaria” con el que se complementaba el sueldo. Pues bien, la empresa les había revisado al alza el concepto de “salario base” según lo marcado en el convenio a la vez que les había revisado a la baja el concepto de “mejora voluntaria”, con lo que en la práctica seguirían cobrando lo mismo que hasta ahora.
Ambas situaciones son verídicas y llevadas a cabo en sendas empresas del mismo sector hace tan solo unos días en Asturias. Aunque no soy jurista a mí me parece que ambos casos la manera de actuar se ciñe a derecho y no cabe reproche desde la legalidad, pero dejo a criterio del lector evaluar qué trabajadores estarán más motivados en su puesto de trabajo, aspecto que redundará en un mejor ambiente, funcionamiento… y resultados: hoy en día la viabilidad de las empresas pasa inexorablemente por trabajadores motivados y comprometidos. En el mundo profesional todo se puede entender si se explica debidamente, y si una empresa tiene dificultades a la hora de acometer una subida de salarios hay suficientes maneras de afrontarlo y consensuarlo con la plantilla para encontrar una solución que satisfaga o cubra las expectativas de ambas partes de alguna manera…
Pueden hacerse una idea de las caras y los estados de ánimo de cada uno de mis contertulios al hablar de los modos y formas en sus respectivas empresas, sobre todo después de la larga temporada que acumulamos con inestabilidad laboral, ERTES y con la inflación en cotas históricas.
El título del artículo
Seguramente que muchos de ustedes encontrarán familiar el título de este artículo: está inspirado en la famosa película titulada “Dead Poets Society” (traducida como “El Club de los Poetas Muertos” en España), ambientada en un elitista y conservador colegio cuyos pilares son la tradición, el honor, la disciplina y la excelencia, sobre los que basan un férreo régimen de convivencia que empieza a debilitarse con la llegada del profesor Keating y su novedoso método de enseñanza. En contraposición al encorsetado modelo de aprendizaje y de vidas predestinadas imperante en el colegio, el nuevo profesor trae un nuevo y disruptivo método que -sin cuestionar la autoridad paterna ni el sistema educativo- busca el desarrollo personal de sus alumnos, el amor por la vida, la curiosidad, el pensamiento crítico… el Carpe Diem no sólo para el hedonismo, sino para cultivar personas libres, responsables e inteligentes. El problema no son los fundamentos del colegio, sino la manera de llegar a ellos y de conseguir personas que además de estos valores adquieran en su vida un desarrollo pleno.
Para la sociedad elitista en la que se ambienta la película otro modelo de educación para alcanzar esos valores era inconcebible, así que esa rebelión intelectual a la que los jóvenes llaman el “Club de los Poetas Muertos” estaba tan proscrita que a éstos no les quedaba más remedio que reunirse a escondidas, en una cueva, para hacer cosas tan “subversivas” como escribir poesía, expresar sus emociones o pensar libremente.
Como en la película, el serio problema en algunas de nuestras empresas no sólo son los resultados sino la manera de llegar a ellos, y está en la mano de los que toman las decisiones elegir entre la sociedad encorsetada y reprimida del director del colegio Sr. Nolan o la inquietud y libertad de pensamientos que propugna el Sr. Keating. No sé a ustedes, pero me llama poderosamente la atención en este caso que lo bien visto, lo oficial -lo “tradicional”- llega a chocar con la moral, mientras que el modelo disruptivo sigue en todo momento el discurso de la ética.
El vocabulario anglosajón tiene un término para definir a aquellas personas que tratan mal a los demás y carecen de moral: “SCOUNDREL”, que en español podríamos traducir como canalla o sinvergüenza.

Cuando estamos alcanzando el primer cuarto del siglo XXI, y tras varias crisis en los últimos años, algunas empresas parecen seguir sin enterarse de que no hay sitio para estos personajes en sus puestos de responsabilidad y se empeñan en poner su rumbo en manos de una especie de DEAD SCOUNDRELS SOCIETY (Club de los Sinvergüenzas Muertos) de recorrido muy limitado, porque en un mundo global donde las modernas escuelas de negocios hablan de motivación, de talento, de océanos rojos y océanos azules cada vez hay menos sitio para los personajes faltos de toda ética y sus prácticas tienen fecha de caducidad: están muertos aunque aún no lo sepan. Cuando alguien no encuentra la manera de facilitar la vida a sus subordinados está haciendo gala de una incapacidad manifiesta para el cargo que ocupa, pero cuando además enfoca sus esfuerzos para -siempre desde las normas- negar a otro lo que le correspondería en buena lid lo que demuestra es que tiene pedigrí de canalla o de sinvergüenza… desde la legalidad (que quede claro).
Y mi reflexión esta vez es que tal vez tengamos que hacerle más caso al profesor Keating cuando les explica a sus atónitos alumnos que “Somos alimento para los gusanos. Lo creáis o no un día todos vamos a dejar de respirar, enfriarnos y morir. Hagan que sus vidas sean extraordinarias” … y quizá seamos nosotros en este momento quienes tengamos que rebelarnos también, cumplir sensu stricto con lo que estamos obligados por norma y facturar (con billete sólo de ida) a una oscura cueva a los SCOUNDRELS, a los sinvergüenzas carentes de principios morales que se cruzan en nuestras vidas.
Les recuerdo esa escena que a mí me parece una lección para tener en cuenta:
Espero que les haga pensar