
Aunque pasemos por la vida sin tener esa percepción, todo que nos rodea está sometido a códigos y normas. La tan ansiada libertad de la que nos hablan políticos, medios de comunicación, publicidad, etc… cada vez está más lejana y se ha dejado vencer por el encorsetamiento de los códigos y las normas (estén éstas escritas o no).
En mi campo profesional desarrollamos equipos potencialmente muy peligrosos cuyos diseño, fabricación y montaje se someten a distintos códigos y/o normas en los que se establecen los requisitos técnicos que debemos cumplir y por los que debemos guiarnos para garantizar la seguridad de estos equipos en operación a lo largo de su vida útil. Como pasa en la “vida normal”, en función del país donde te toque trabajar o para el que vaya a estar destinado el equipo en cuestión estarás sometido a unas normas o a otras, pero siempre hay algunas que por su solera y solvencia marcan una referencia. Personalmente me gustan más los códigos de diseño americanos por su filosofía, porque -aunque se basan en la experiencia- se revisan periódicamente: si bien sus pautas no dejan lugar a la duda, dejan siempre la puerta abierta a consultas técnicas que -una vez demostradas- serán incorporadas a posteriores revisiones del código.
Uno de los códigos de referencia para nosotros es el Código ASME (The American Society of Mechanical Engineers). ASME se fundó en 1880 para ofrecer a los ingenieros un espacio de discusión sobre las inquietudes y los distintos puntos de vista generados por el auge de la incipiente industrialización, pero fundamentalmente para garantizar la seguridad de las calderas y equipos a presión; el 16 de febrero de ese año, y liderados por Alexander Lyman Holley, una treintena de ingenieros se reúnen en Nueva York para constituirse y fundar esa sociedad que desde entonces mantendrá contactos periódicos para discutir el desarrollo de herramientas, piezas de máquinas y prácticas de trabajo uniformes. Debemos recordar que estamos ante el nacimiento de la industrialización y que en aquella época no existían códigos legales que regularan el diseño, instalación o mantenimiento de calderas o equipamientos mecánicos.
En 1905 la explosión de una caldera en una fábrica de calzado de Massachusetts dejó 58 muertos y 117 heridos, pero supuso que ese estado tomara la decisión de encargar a los expertos la elaboración de una ley que regulara la instalación de calderas. Después de haber establecido el Código de prueba de calderas en 1884, ASME formó un Comité de código de calderas en 1911 que condujo a la publicación del Código de calderas y recipientes a presión (BPVC) en 1915. El BPVC se incorporó más tarde a las leyes en la mayoría de los estados y territorios de EE. UU. y provincias canadienses.
Desde entonces hasta ahora ASME se ha caracterizado por poner a disposición de ingenieros y administraciones diversos estudios, desarrollos técnicos y normativa para garantizar la seguridad en máquinas y producción mecánica: más de 600 códigos y estándares de ASME regulan distintos campos de la ingeniería desde las calderas hasta las modernas instalaciones nucleares.
Uno de los aspectos que más me gusta de ASME es que tienen su propia guía o código de estilo, de sólo 6 páginas, en la que se aconsejan cosas tan fundamentales como la importancia de tener en cuenta a “la audiencia”, el uso de frases cortas y palabras simples, evitar la “verbosity” (el uso de más palabras que las estrictamente necesarias), los verbos pasivos o las redundancias.
Pero lo que para mí es fundamental en los Códigos ASME es el uso de los verbos “SHALL”, “SHOULD” y “MAY”. La CSP-64 (política de códigos y standards) de ASME se refiere a las definiciones de esos tres verbos y dice textualmente que
All ASME standards are required to use the following definitions for “shall”, “should” and “may” or ensure that their current usage is consistent with the following:
Shall – is used to denote a requirement
Should – is used to denote a recommendation
May – is used to denote permission, neither a requirement nor a recommendation
En el arriba mencionado Código de Estilo detallan su preferencia por el uso del “shall” antes que el “must” porque consideran que de esa manera la sentencia que lo lleva enfatiza su sentido de requisito, se interpreta como “mandatoria” y no deja lugar a la duda ante el lector.
También explican muy bien su interpretación sobre las diferencias entre el “should” y el “may”: el primero se refiere a una recomendación de ASME, mientras que el segundo deja a criterio único del lector el uso de esa alternativa.
En definitiva, si ustedes consultan o trabajan con un Código ASME deberán acostumbrarse a sentencias cortas y claras, a un código que le dictará los requisitos con un “shall”, las recomendaciones de los ingenieros expertos con un “should” (que usted puede aceptar o no) y le dejará un abanico de posibilidades bajo su responsabilidad siempre que en el código se especifique con “may”. Además, si aun así tiene dudas o propuestas no recogidas en el Código cabe la posibilidad de planteárselas a los señores de ASME por los cauces establecidos para ello.
Seguramente que llegados a este punto habrán echado en falta las prohibiciones, y es cierto que hay algunos casos en los que el código les indicará un “may not”, pero en mi opinión estamos ante un código bastante constructivo: el usuario sabe que cumpliendo con las premisas y directrices del documento su producto está garantizado para un uso seguro.
La verdad es que es un código tan claro, conciso y práctico que casi apetece aplicarlo en las decisiones de nuestra propia vida: instrucciones “mandatorias”, “recomendadas” y “opcionales” que te garanticen una vida alejada de problemas y complicaciones… aunque si lo reflexionamos un poco tal vez ese código ético ya lo teníamos en nuestra sociedad y lo que hemos hecho en los últimos años es apartarnos de la ética y de nuestros valores como personas íntegras: así como un fabricante de equipos a presión sabe que si no cumple con lo estipulado en el Código lo más probable es que sufra un fallo catastrófico, nosotros deberíamos tener en cuenta que si nuestra vida se aleja de las más elementales normas del código ético de conducta lo más probable es que acabemos ocasionando daños -tal vez irreparables- tanto en nosotros mismos como en quienes no rodean.
Hagamos que nuestras vidas se guíen por el shall-should-may