MARRIED ISSUES (problemas matrimoniales)

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Sin lugar a duda la actualidad esta semana pasa por la batalla desatada en el Partido Popular. En los últimos tiempos es curiosa la habilidad de la dirección de ese partido político para manejar situaciones y tomar alguna decisión con la polémica como inherente aderezo, como lo fue la destitución de Cayetana Álvarez de Toledo comentada en su momento en otro artículo: «No se enamoren de las personas»

No es sencillo hacer honor a la responsabilidad de mando, pero si se da el caso (bien porque te la han impuesto o bien porque te has postulado voluntariamente y te han “ungido”) hay que tener presente que esa responsabilidad incluye tomar las decisiones que sean requeridas en cada momento y siempre las más adecuadas para la empresa a la que representas. A Stan Lee -creador de Spiderman- se le atribuye la famosa frase “un gran poder conlleva una gran responsabilidad”, aunque ese lema ya había sido utilizado anteriormente en historias de otro superhéroe (Superman) y está documentado su uso muchos años antes en el Siglo XVIII en la Convención Nacional de Francia, en el Siglo XIX en el Parlamento Británico, o en 1906 en citas del mismísimo Winston Churchill reclamando esa máxima al gobierno. En cualquier caso, insisto en que cuando uno tiene una responsabilidad -grande o pequeña- tiene que asumirla con valentía y hacer frente a la situación: a veces tendremos tiempo para reflexionar y estudiar la mejor respuesta ante el desafío, pero en otras ocasiones se requerirá una acción inmediata que no admita demora.

En el mundo empresarial es frecuente enfrentarse a toma de decisiones que no siempre son sencillas o fáciles de manejar, pero aún así se espera de nosotros que estemos a la altura de la responsabilidad de nuestro cargo y que acertemos con la decisión a tomar. Uno de los factores que influye decisivamente es el entorno, tu equipo y la confianza que tu organización te infunda: es fundamental que los superiores apoyen y animen a los subordinados otorgándoles la libertad para desarrollar las respuestas, manteniéndose únicamente a disposición para ayudar si fuera preciso. En mi caso, siempre he agradecido a los jefes que me respaldaban en público y me corregían en privado.

He conocido casos de directores o gerentes honestos que, en la difícil circunstancia de tener que desprenderse de una persona, demostraban su categoría personal: comunicándolo en persona -dando las oportunas explicaciones-, preparando una salida ordenada y pagando una indemnización incluso mayor de los que marcaba la ley; pero también he asistido a casos rocambolescos en los que se evitaba el trato directo y -de una manera mediocre y vulgar- se recurría a prácticas poco éticas o que rozaban la legalidad para que o bien fuera el trabajador quien pidiera la cuenta o bien ahorrarse unos pocos euros en el finiquito correspondiente. Entre medias, he asistido a situaciones cada vez más frecuentes en empresas con una saturación de mánager y directores tan prestos a la hora de acaparar recursos (tanto humanos como materiales) como perezosos cuando se trata de dar la cara, tomar decisiones y demostrar su desempeño, valía y jerarquía. Entiendo que un líder o el responsable de un equipo considere que una determinada persona no encaja o es válida para su equipo, pero en ese caso creo que lo más honesto es prescindir de ella (y cuanto antes mejor) de una manera elegante, limpia y honesta.

Personalmente creo que en la toma de decisiones deben primar valores como la responsabilidad, la honradez, la honestidad y la valentía. Debemos ser personas íntegras y tener la conciencia tranquila: acertaremos o nos equivocaremos (eso es inevitable), pero debemos mantener nuestros valores por encima de todo y no actuar de una manera abyecta y calculadora. Creo asimismo que ante un problema no vale esconderse o perder el tiempo pergeñando una estrategia, sino que debemos ser solventes y eficaces haciendo honor al cargo y responsabilidad que nos han dado: ponerse de perfil, lamentarse -esperando el apoyo de la siempre numerosa cohorte de solícitos aduladores del poder- o darle vueltas esperando que otro te enmiende la situación es de mediocres y sólo demuestra nuestra incapacidad.

La historia siempre nos surte de alguna anécdota, y en este caso me parece apropiada la que cuenta que fue en 1908 cuando el torero Rafael Gómez Ortega –el Gallo– viajaba desde Sevilla a Madrid en un tren de vapor típico de la época: al llegar al paso de la dura Sierra Morena el diestro observó como la locomotora sufría lo indecible, emitiendo por la chimenea una densa humareda negra. Al llegar a la estación de Atocha en Madrid el maquinista decidió avisar con un fuerte silbido su presencia, al tiempo que la máquina exhalaba una potente nube de humo, con la fuerza que a lo largo del viaje le había faltado. En ese momento el diestro, al bajarse de su vagón y ya en tierra, miró al tren y le espetó: “¡esos cojones en Despeñaperros!»

La responsabilidad y la valía se demuestran en las situaciones difíciles y en las peores tempestades, no con viento a favor.

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