UNA SOCIEDAD BLANDENGUE

Foto RTVE

El pasado 1 de septiembre el Tribunal Europeo de Derecho Humanos (TEDH) emitía una curiosa resolución a una solicitud cursada en 2017 por la Fundación Jèrôme Lejeune e Inés (una joven portadora de trisomía 21). Los hechos denunciados se remontan a marzo de 2014 y su origen es un vídeo titulado “Querida Mamá” que -a pesar de ser merecedor de varios reconocimientos y premios internacionales- tuvo su emisión vetada en Francia por parte de la CSA (Consejo Superior Audiovisual Francés) en un contexto publicitario, alegando que su mensaje no podía ser considerado de “interés general”. Por si no lo conocen, este es el vídeo:     

Continuando con la argumentación de la CSA para prohibir la emisión del vídeo en 2014, basaban la decisión de considerar inapropiado el vídeo porque la porque la expresión de felicidad de los jóvenes que aparecen en él «probablemente perturbaría la conciencia de las mujeres que habían tomado diferentes opciones legítimas de su vida personal», insistiendo además en que su difusión no favorece el interés general de los franceses. La Fundación Jèrôme Lejeune impugnó en aquel momento esta decisión ante el Consejo de Estado francés quien rechazó el recurso, por lo que en 2017 esta misma fundación presentó una solicitud ante el TEDH en la que (invocando los artículos 10 y 14 del Convenio Europeo de Derechos Humanos) se pedía que se condenara la discriminación y la libertad de expresión a las personas con Síndrome de Down. Como les adelantaba, este pasado 1 de septiembre el TEDH declaró no admisible la mencionada solicitud, concluyendo que los demandantes no pueden ser considerados “víctimas”.

Dejo a la reflexión del lector la opinión sobre el vídeo, sobre la decisión de las autoridades francesas de censurarlo y sobre la posterior resolución del Tribunal Europeo de Derechos Humanos.

Mi opinión es que estamos ante una muestra más de la hipocresía imperante en nuestra sociedad, una sociedad que presume de libertades y de derechos sólo cuando estos están alineados con el discurso impuesto a la vez que censura lo que no gusta, no concuerda con los cánones actuales o no interesa que se vea. Con el silencio y/o la complicidad de todos.

En otro orden de cosas, esta semana también comienza el curso académico y –merced a ello- las inevitables reuniones de los preocupados papás con los respectivos profesores de sus niños. 

Me cuentan que en un colegio cercano, las tutoras de uno de los últimos cursos de Educación Primaria, después de la esperada explicación los nuevos horarios y el recordatorio del funcionamiento del centro, lanzaron una advertencia a los padres de que este año sus pupilos “tendrían que trabajar mucho” porque los años de la pandemia han hecho mella y había que recuperar el tiempo perdido y –sobre todo- el “hábito de trabajo”. En ese momento todos los padres asintieron, pero a la salida del centro alguno ya empezó a criticar esta medida y más de uno temía por sus pequeños exclamando “pobres, ojalá con los niños dulcifiquen ese discurso y no se lo pongan muy duro”: no me gustaría ser uno de esos tutores en esos foros de sabiduría que son los grupos de Whatasapp de padres. Cada uno sabrá lo que desea para sus hijos, y seguro que todos deseamos lo mejor, pero en mi caso una de las cosas que quiero es que precisamente tengan ese “hábito de trabajo”, que se acostumbren a que las metas y los objetivos sólo se consiguen trabajando y que –aun así- incluso en muchas ocasiones esos objetivos no llegarán por mucho que te esfuerces y trabajes. La sobreprotección de nuestros hijos sólo les hará más débiles y vulnerables en un mundo cada vez más globalizado y competitivo.

Por último, esta misma semana el Instituto de la Mujer lanzaba la campaña titulada “El hombre blandengue” destinada a que los hombres concibamos la masculinidad de una forma “más comprometida, abierta y sana”. Los creativos responsables de esta campaña han considerado oportuno recurrir a una entrevista al popular El Fary en 1984:

La propia ministra de Igualdad se encargó de presentar esta campaña que persigue -según sus propias palabras- “poner en valor la gran evolución que se ha producido en la sociedad española en los últimos 40 años” y que los hombres «se liberen del patriarcado que les ha impuesto unas normas muy rígidas, que les dice que uno es menos hombre si llora o si no le gusta el fútbol». Esta campaña forma parte del “Plan Corresponsables”, dotado con 190 millones de euros para este año 2022.

Sin entrar a valorar la pertinencia o no de mantener un Ministerio de Igualdad, supongo que cuando alguien decide dotar de presupuesto público a este tipo de iniciativas tendrá el respaldo evidente de una necesidad o carencia en la sociedad española que debe ser cubierta, aunque les puedo asegurar que yo en mi entorno no la percibo. Pero volviendo al mensaje de esta campaña, creo que recuperar una opinión de El Fary o una sociedad de hace 40 años para compararla o contraponerla con la actual es hacerse trampas al solitario: muchos de nosotros vivimos esa época y hemos llegado hasta aquí evolucionando y transformando nuestras modas y costumbres como miembros de una sociedad viva.

Triste panorama se nos plantea en occidente cuando los papás estamos preocupados porque a nuestros hijos en educación primaria les carguen de trabajo, o cuando las autoridades censuran vídeos en los que la expresión de felicidad de unos jóvenes pueda perturbar la conciencia de algunas madres… o incluso cuando ministerios ocupan sus esfuerzos y nuestro dinero en campañas donde se critican discursos de hace casi medio siglo: a sus trabajadores y asesores no les arriendo la ganancia ante el trabajo titánico que aún tienen por delante, sobre todo pensando en algunas publicaciones periódicas o en canciones de nuestra rica fonoteca roquera, en el filón que van a encontrar en las taquilleras películas de los hermanos Ozores, Fernando Esteso y Andrés Pajares… o en los programas de aquellos inicios de Tele 5 (si, la misma cadena que ahora presume de ser respetuosa, inclusiva, etc..) con Bertín Osborne, Jesús Gil y las Mama Chicho.  

Definitivamente estamos ante una sociedad blandengue… e hipócrita

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