LLAMADA A FILAS

The National Wallace Monument – Stirling

Hace unas semanas Rusia llamaba a filas a reservistas para reforzar su campaña militar en Ucrania: por primera vez desde la segunda guerra mundial se ordenaba la movilización de personal en la reserva, aunque -de momento- la medida sólo afectaría a aquellos soldados con experiencia de combate (de ahí que se estime en 300000 hombres el total de llamados a filas). La consecuencia inmediata de esta decisión fue un éxodo generalizado de potenciales afectados y sus familias desde el mismo momento del anuncio por tierra, mar y aire.

Si recordamos el inicio del conflicto, el gobierno de Ucrania respondió a los primeros ataques de Rusia con el decreto de la Ley Marcial que incluía la prohibición de libre movimiento entre regiones de aquellos hombres en edad militar (entre 16 y 60 años), pero acompañado de un llamamiento generalizado a quienes voluntariamente quisieran defender el país. El presidente Zelensky exhortaba a toda la población a defenderse y ofrecía armas a todo aquel (ucraniano o extranjero) que quisiera unirse a la defensa del ataque ruso. Como algunos de ustedes, tengo conocidos ucranianos que pudiendo mantenerse al margen en otros países europeos optaron por volver a su tierra y empuñar un arma para defender LO SUYO: su tierra, su gente y su país. 

En ambos casos estamos ante una llamada a filas, pero con una evidente diferencia: mientras Rusia convoca a sus soldados y reservistas para ir a luchar y arriesgar su vida en la conquista de un país extranjero que no les ha agredido (una causa de dudosa motivación para la mayor parte de la tropa), en el caso de Ucrania el llamamiento se hace a todos los hombres en edad militar y a todos aquellos que estén dispuestos a defender su país y todo lo que ello significa: su tierra, su libertad, sus familias y sus costumbres.

Pero -en mi opinión- hay otros factores que también influyen en la manera de asimilar los mensajes por las partes afectadas, como pueden ser la imagen o la actitud de sendos presidentes: desde que empezó el conflicto las imágenes difundidas de Putin (al menos las que yo he visto) suelen tener como común denominador un atuendo perfectamente elegante y casi siempre ambientado en un pulcro salón o un impecable despacho, y desde ahí exige a sus hombres que vayan a una guerra -seguramente inexplicable para muchos de ellos- a jugarse la vida. En la parte contraria, Zelensky ha mantenido en todo momento un discurso de resistencia a la agresión rusa acompañado de una imagen “a pie de guerra”, se ha molestado por ser un líder mimetizado con su gente, vestido de khaki o ropa militar y preocupado de visitar -y de que se difundiera su imagen- en las calles bombardeadas de sus ciudades. Entre las posibles alternativas de Zelensky seguro que estaban la dimisión, el exilio o la rendición ante el desafío ruso… pero eligió quedarse y liderar a su pueblo a la resistencia sabiendo que, aunque su oponente le superaba en capacidad bélica, nunca podría igualarle en motivación. Algunos mensajes de Zelensky me han recordado al célebre William Wallace en su discurso previo a la batalla de Stirling, en la que los modestos escoceses plantaron cara al poderoso ejército inglés que intentaba invadirlos:

Creo que hay un paralelismo entre Zelensky y Wallace, y es que ninguno es un “líder de cuna”: William Wallace fue el tercer hijo de un caballero o terrateniente escocés (hay diferentes versiones), por lo que su destino no era heredar las tierras sino ser clérigo. Los historiadores coinciden en que ingresó una abadía para ser discípulo de su tío capellán, quien le proporcionaría una completa educación basada –entre otros- en los clásicos latinos, a través de la cual adquiere un sentido moral de la libertad del ser humano, un ideal que guiará su vida.

Si miramos a Zelensky, es un licenciado en Derecho con una notable carrera en las artes audiovisuales (fue actor, guionista, productor y director de cine y televisión) antes de decidir dedicarse a la política en 2018 con el manifiesto objetivo de «acercar personas profesionales y decentes al poder y restaurar la confianza en los políticos», según declaró en una entrevista a Der Spiegel.

Tanto en el caso de Wallace como en el de Zelensky su carisma y liderazgo han contagiado de entusiasmo y alimentado de motivación a sus respectivos pueblos para defender sus raíces, sus tierras y su libertad ante un invasor a priori superior. Líderes surgidos desde el pueblo para el pueblo, líderes que han recibido una educación que sólo contempla la realización del ser humano desde la libertad y los valores y líderes que tienen claro su vocación de servicio a la comunidad que representan.

Como en el caso de Ucrania o Escocia, y sin llegar al conflicto bélico, a veces no podemos evitar que la vida nos sitúe en una posición de defensa de nuestras familias, trabajos, sociedad o creencia… y es en ese momento cuando tenemos que estar a la altura como personas y ocupar la posición que nos toque (en vanguardia o retaguardia) para trabajar y defender nuestra libertad y/o legítimos derechos: la dignidad no debe perderse nunca.

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