
A una consulta sobre si existía algún dicho o refrán en lengua inglesa que pudiera asemejarse semánticamente a la frase que titula este artículo, la respuesta de un experto fue “There is honour among thieves”: incluso los criminales tienen un código de conducta o principios para no perjudicarse entre ellos directa o indirectamente.
Ahora piensen cuántas veces la han oído en su entorno en empresas u organizaciones (sin tratarse necesariamente organizaciones criminales, por supuesto).
Recuerdo un proyecto en el que una pieza fue fabricada en un taller siguiendo todos los controles previstos y bajo la atenta supervisión de representantes del cliente e inspectores independientes. Esa pieza fue autorizada para el siguiente paso y llegó a otro taller (donde por casualidad yo me encontraba) para hacerle más ensayos antes de firmar su autorización definitiva de envío a obra; en ese punto se descubrieron graves defectos superficiales y de soldadura, inaceptables desde cualquier punto de vista y bajo cualquier código, así que se decidió poner la situación en conocimiento de los representantes del cliente: a pesar de que la fabricación de la pieza estaba terminada y aceptada, el proveedor principal proponía sanear y reparar las zonas afectadas. El representante del cliente (apoyado por el inspector independiente) defendía que aquello no era posible, puesto que algunas zonas en la pieza ya habían sido reparadas y el procedimiento validado para ese proyecto sólo autorizaba una reparación por pieza, así que había que rechazar la pieza y fabricar una nueva.
Así las cosas, y con la urgencia de instalar esa pieza en obra sólo unos días después de esa reunión, el representante del proveedor principal les dijo a ambos inspectores que de acuerdo: le dirían al cliente que habría que fabricar otra pieza nueva (lo que supondría un retraso de semanas) porque la pieza que estaba autorizada presentaba graves defectos que no habían sido detectados por ninguno de los inspectores que la habían inspeccionado, revisado y firmado su autorización… entre los que se encontraban los dos que ahora impedían repararla. En ese momento la opción de reparar la pieza fue vista de otra manera (a pesar de lo que establecía el protocolo) y no sólo fue autorizada por los representantes de la propiedad, sino que se recomendó esa solución de emergencia.
En otro orden de cosas, también recuerdo el caso de un buen amigo que decidió sucumbir al mundo de la política. Era un hombre brillante y trabajador, y fue reclutado y convencido por algún conocido para dar un paso al frente y no sólo afiliarse a un partido, sino entrar en la “junta directiva” (o comoquiera que se denomine) de ese partido en su municipio. Después de unos meses, y llegado el momento de preparar una lista electoral ante la proximidad de unos comicios, mi amigo propuso sacar de primera línea a más de la mitad de los que componían “la lista” hasta ese momento argumentando que el partido no lograba sacar más que resultados mediocres y había que renovarse con gente nueva y válida para desempeñar mejor el trabajo. Inevitablemente esta propuesta fue desechada de pleno por sus ocasionales compañeros, cosa que mi amigo sospechaba que iba a pasar, pero lo que indignó a este buen hombre fueron los “razonamientos” que le dieron: desde el manido “pero si fulanito lleva toda la vida ahí”, hasta el “cómo vamos a echar a menganito si no sabe hacer otra cosa”, pasando por el “hay que mantener a citanito porque no tiene otra cosa a la que dedicarse”. Se demostraba que una buena parte de los componentes de aquella lista electoral no estaban allí por ser mejores en algo, sino por ser amigos de alguien.
Para terminar, y reiterando lo que ya les he comentado otras veces, sigo pensando que demasiadas empresas provocan organizaciones pesadas, con un laberinto de mangueras y un exceso de bomberos unidos ante la incertidumbre como los átomos en molécula estable.
En contadas circunstancias, el hecho de que los bomberos no se pisen la manguera puede suponer un equilibrio de fuerzas en beneficio de un fin (como en el caso de la pieza defectuosa, cuya reparación era la solución más oportuna). Pero en la mayor parte de las ocasiones el honor entre ladrones –como dicen los británicos- supone por una parte para las organizaciones una limitación en su funcionamiento y sus ambiciones, y que se justifiquen y celebren resultados mediocres condicionadas por la caterva de bomberos que tienen que tener su puestín; y por otra parte se fomenta que los trabajadores de niveles inferiores, afiliados o simpatizantes de base acaben desencantados, desmoralizados y opten por romper el carnet, abstenerse… o cambiar a otra organización donde el esfuerzo y el trabajo se valore en la justa medida.