LOS IMPRESCINDIBLES

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Con el paso de las semanas la situación de la pandemia va mejorando y eso posibilita que tímidamente podamos volver a relacionarnos con nuestros colegas. En las últimas fechas he podido verme de nuevo con amigos y he comprobado que –en general- la situación en el sector de los proyectos industriales está para echarse a temblar mientras se espera con ansiedad ese maná en forma de nuevas oportunidades e inversiones prometidas por nuestros líderes de turno. Como siempre, no me gusta generalizar ni buscar causas (o remedios) simples a problemas complejos, sino reflexionar y encontrar los motivos que nos han traído hasta esta situación, así que por una parte podríamos considerar que nos afectan situaciones que impactan de forma global, como la pandemia, la geopolítica o la evolución de los mercados (especialmente de las materias primas) y por otra parte tendríamos fallos sistemáticos en el funcionamiento de las empresas que nuestro modelo de sociedad inoculó hace años y que han estado larvados hasta que las circunstancias o algún inconsciente les han dejado salir a la luz.

Un buen colega con el que hablaba hace unos días era tremendamente pesimista con el comercial de turno de su empresa, un muchacho tan mediocre como seguro de sí mismo que nunca habría llegado a ese puesto por méritos propios; mi amigo añoraba desconsoladamente los tiempos en los que en su empresa el paso por obra, por el taller o por proyectos era condición sine qua non para ser la persona encargada de representar la imagen de la empresa, de vender el producto y convencer al mercado de las bondades de la compañía: “el primer comercial que estaba cuando llegué a la empresa  había pasado por montaje y conocía al dedillo todas las operaciones, secuencias y partes de la instalación que vendíamos. Podía discutir con cualquiera sobre soluciones técnicas con los sólidos argumentos que otorgan la experiencia y el conocimiento del producto, del mercado y de la competencia, y siempre ofrecía la atención y soluciones que nuestros clientes demandaban ”, me decía mientras lamentaba que su actual comercial estaba más preocupado por la corbata, la gomina y la sala VIP que por ofrecer servicio a los clientes de siempre, que se iban alejando poco a poco en busca de soluciones y la atención que la empresa de mi colega ya no prestaba… incluso llegaba a confesarme que “gana un sueldazo independientemente de lo que contrate, así que se encuentra muy cómodo y siempre encuentra un chivo expiatorio en el que excusar sus mediocres resultados”.

Otro amigo me confesaba que en su empresa los problemas empezaron cuando la dirección decidió dar un cambio al departamento de compras por otro modelo “más profesional y preparado”. Como siempre, la teoría suena muy bien, pero al llevar a la práctica el modelo es cuando aparecen las lagunas que hay que atajar para que no se conviertan en una corriente que perjudique severamente a toda la organización. En su empresa las compras habían estado en manos de dos personas de limitada formación académica pero que durante años habían demostrado ser extremadamente trabajadoras y efectivas, así que sin motivo aparente la dirección decidió sustituirlas por un equipo de profesionales con una mayor preparación académica unido a un equipo de asesoría legal que monitorizara todos los tipos de contratos incluyendo hasta la más mínima clausula. El resultado fue que el proceso de compras pasó a ser un cuello de botella para los proyectos de su empresa, originando continuas paralizaciones y situaciones absolutamente surrealistas. Como muchos de nosotros, mi colega aún no entiende quién toma este tipo de decisiones y por qué hay que tocar algo que funciona de una manera ágil y eficiente para sustituirlo por un equipo más burocratizado y que demuestra ser pernicioso para la empresa.

Un tercer y último colega tenía una versión aún más apocalíptica el sector, y sentenciaba que el origen de todos los males estaba en las escuelas de negocios o en las “fábricas de hacer licenciados en administración de empresas”. Este hombre, un veterano dueño de varias empresas, se lamentaba de que “aquí me llegan un montón de hombres y mujeres con la mejor preparación académica, que han pasado por universidades y escuelas y conocen la teoría, pero nunca han pisado una empresa ni conocen las dificultades del día a día… pero lo peor de todo es que no son conscientes de que en este sector la piedra angular son los soldadores y los caldereros, y no la gente de la oficina”. Mi amigo se lamentaba amargamente de cómo el modelo de sociedad imperante desde hace años se había encargado de sobrevalorar la formación universitaria a costa de minusvalorar los oficios tradicionales, a la vez que el modelo laboral iba encorsetando y ahogando a las empresas: “hoy en día no tendría problema para encontrar un ingeniero, un jefe de proyecto o cualquier puesto en la oficina, pero sí tengo problemas para encontrar un calderero, un soldador o un metalúrgico que sepa del oficio, y esto cada vez va a peor”, concluía mi buen amigo.

Como ven, tres conversaciones bastan para tener una imagen del sector industrial en la actualidad, una imagen inquietante -más o menos enfocada- y que apunta a gravedad. Podríamos seguir con la paralización de proyectos, con los impagos que afectan en cadena, o con los drásticos cambios de estrategia en muchas empresas impuestas por el Green Deal europeo.

No caben soluciones ni recetas simples, pero creo que sí merecería la pena un análisis honesto y en profundidad de hacia dónde van nuestras empresas, abstraerse obviando los seductores cantos de sirena y –sobre todo- escuchar activamente a empresarios y veteranos del sector. En mi humilde opinión el problema en este caso no se trata de hombres o mujeres, de flexibilidad en los horarios de trabajo o en jornadas de motivación (por poner algunos ejemplos). Paradójicamente la sostenibilidad de las empresas llegará cuando recuperen su rumbo y cuando –en general- se recupere el sentido común, cuando se valore a cada persona en su justa medida por su capacidad para desempeñar un trabajo determinado independientemente de todo lo demás, y cuando la sociedad se quite los complejos para sacar de la circulación la los smoke-sellers que nos invaden.

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