«Más vale un porsiaca que cien penséques»​

Esta frase se la escuché por primera vez a Íñigo Núñez en la cubierta de un barco hablando sobre el plan de estiba, y es tan incontrovertible que se me quedó grabada y suelo emplearla con muchísima frecuencia.

En aquel preciso momento creo que estábamos hablando de cómo iba a ir estibada nuestra mercancía, de cómo él pensaba que había que forrar con madera y trincar para asegurar la carga y evitar daños durante la travesía. Aunque a priori parezca una cosa de menor importancia para los neófitos, cuando se trata de un transporte marítimo hay que planificar muy bien cómo se va a distribuir la mercancía en el barco, pero también cómo se va a forrar y asegurar para que ésta no se mueva: un trincaje incorrecto o insuficiente puede ocasionar daños en la mercancía y provocar un corrimiento de carga que puede desestabilizar y comprometer la seguridad del buque. Es por eso que a la hora de asegurar la mercancía siempre conviene ser generoso y trincar de más antes que de menos, no escatimar con madera, cintas, cadenas y útiles necesarios… y aquí es donde llega el conflicto, porque tanto la estiba como el trincaje son operaciones costosas, y dependiendo de quién pague estas operaciones habrá intereses por realizarlas de una manera más o menos exigente. Aunque la responsabilidad de aceptar o no la carga tal y como está dispuesta en el barco es formalmente del capitán, algunos oficiales aún son demasiado confiados y no suelen ser muy exigentes con el trabajo realizado, pero una cosa es cómo queda el material cargado con el barco amarrado a puerto y otra cosa es prever los movimientos a los que se verá sometida esa carga una vez en alta mar y durante toda la travesía. Mi opinión es que cualquier buen profesional estará interesado en que las cosas se hagan bien y que la operativa se lleve a cabo de una manera responsable, y por este motivo trabajando con Íñigo (aunque nuestras discusiones estuvieran aseguradas en cada proyecto) siempre valió más «un porsiaca que cien penséques «, siempre se antepuso la profesionalidad a cualquier otro criterio, y nunca se escatimaron medios para evitar daños o contratiempos innecesarios.

Lamentablemente he asistido en algunas ocasiones a desenlaces empresariales perfectamente previsibles, consecuencia de responsables a uno u otro nivel que, por no tomar las medidas necesarias y oportunas en determinados momentos o por tomar acciones irreflexivas o poco profesionales han provocado situaciones -en muchos casos evitables- que han supuesto pérdidas económicas en proyectos o incluso han comprometido la supervivencia de la propia empresa.

Enlazando con mi artículo de la semana pasada, en el que les hacía partícipes de mi indignación y mi frustración con los dirigentes que tenemos a todos los niveles, me ha dado por pensar en qué hubiera ocurrido si -al hilo de la pandemia del COVID-19- alguno de los innumerables responsables que cobran del erario público hubiera tomado alguna medida «porsiaca» en enero o en febrero… a nivel nacional o coordinadamente a nivel internacional. La mayor parte de la población está llevando en confinamiento de una manera admirable a pesar de las molestias, pero no dejo de pensar en los casi mil muertos al día, en las cifras de infectados crecientes por miles, tanto civiles como profesionales médicos, sanitarios, fuerzas del orden, etcétera. En este momento, y según las estadísticas oficiales, España es el segundo país del mundo con más fallecidos por este virus, y mientras tanto cada día seguimos escuchando las peticiones de nuestros médicos reclamando material de protección, otros especialistas claman por los famosos test fiables para controlar el contagio en la población y acabo de escuchar en el informativo que algunas UCIs de hospitales españoles se están quedando sin sedantes. Apuesto a que algún “porsiaca” se podía haber tenido en cuenta.

Sigo pensando que de esta saldremos, pero lo que habrá que calibrar será la gravedad de los daños: una vez evaluado el coste irreparable de vidas humanas habrá que ver en qué situación queda la sociedad, las empresas, el sistema socioeconómico que hemos conocido hasta ahora… y de la misma manera que en febrero hubo alguna voz que alertaba de la pandemia que íbamos a padecer, en este momento hay analistas y economistas clamando en el desierto para que dirigentes de todo el mundo (y en particular de nuestro país) tomen medidas que suavicen o minimicen el impacto de esta situación en las empresas y en los mercados. Nos están advirtiendo para que pongamos ahora los «porsiacas» y parece que no lo estamos haciendo.

A finales de los años 70 había un programa en TVE en el que una voz en off exclamaba: «El hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra. De todas formas, qué bueno sería contar en ocasiones con una segunda oportunidad».

Esto es la vida real, aquí difícilmente habrá segundas oportunidades, así que esperemos que alguno de nuestros responsables -medianamente capacitado- tome las medidas correctas, los “porsiacas” necesarios, para no tener que lamentar –además de los miles de muertos- unas consecuencias socioeconómicas más graves que lo estrictamente necesario.

La situación es demasiado trágica para soportar cada día a unos individuos a los que todos pagamos su sueldo soslayando la tragedia y disculpando la inacción de los responsables de turno con argumentos «penséque».

NOTA: Publicado en LinkedIn el 3 de abril de 2020

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