
Corría el año 2000 cuando por circunstancias compartí ubicación con algunos veteranos de la empresa. Aunque no siempre una edad avanzada es sinónimo de sabiduría, siempre he respetado mucho la experiencia, entre otras cosas porque siempre he aprendido alguna lección de aquellos que nos precedieron.
Aquellas dependencias, aunque con una magnífica ubicación e inmejorables vistas en primera línea de mar, eran conocidas como el “cementerio de elefantes”, porque era donde solían destinar a algunos veteranos en la empresa para que esperaran la jubilación distraídos con alguna misión de cuestionable importancia y escasa exigencia, sin molestar demasiado a quienes estaban ocupados en el asalto al poder. Mientras unos pocos estábamos bastante entretenidos con nuestro trabajo, a ellos les sobraba el tiempo para completar sus tareas, leer la prensa y comentar la actualidad, y así un día oí a uno sentenciar: “de jefes mediocres, resultados mediocres”. El autor de esta cita se refería a la dirección de una empresa cotizada que acababa de presentar sus resultados anuales a la CNMV con unos exiguos beneficios que estaban lejos de lo esperado en ese momento. Su interlocutor asentía y le daba la razón argumentando que “eso es lo que pasa cuando pones a un camillero al frente del hospital” (son palabras textuales, con mis respetos para los camilleros o quienes puedan sentirse ofendidos).
En estos últimos 20 años no he dejado de recordar aquella conversación y particularmente esas frases que acabo de citar, porque son verdades incontrovertibles que el tiempo ha corroborado en cada ocasión en la que ha tenido oportunidad.
Estos días asistimos con pavor a la escalada de cifras de afectados por el ya temible conoravirus COVID-19, y al que ya me referí en algún artículo anterior. Personalmente me conmueve pensar en la situación de los afectados, en la incertidumbre y dolor de esos familiares, en la desesperación e impotencia de quienes están luchando a destajo con todo lo que tienen a mano contra esta enfermedad que nos invade inmisericordemente. Desde aquí mi gratitud infinita hacia todos aquellos que en estos momentos están colaborando de una u otra manera por mantener a esta sociedad en pie y luchando porque los efectos de este virus nos afecten lo menos posible.
No podemos culpar a nadie de la existencia del “bichito”, pero sí es nuestro derecho, y creo que también es nuestra obligación, exigir resultados a quienes son responsables en este momento de manejar esta situación. Recuerden que yo mismo en este medio me hacía eco el 10 de febrero de las noticias que se publicaban sobre las consecuencias que este coronavirus podía tener en la celebración del World Mobile Congress, y el 2 de marzo comentaba incrédulo que una persona de mi entorno se había negado a darnos la mano alarmada por el posible contagio de este virus. Menos de un mes más tarde hablamos de más de 64000 infectados comprobados y 4858 muertos en toda España, y se está haciendo costumbre que estas cifras aumenten de manera dramática, cada día más del 20%.
En estos momentos de dificultad que han llevado al gobierno a declarar el “Estado de Alerta” y a confinar a toda la población en sus casas al menos durante 4 semanas es donde tienen que aparecer los líderes, es donde los primeros espadas tienen que sacar la faena adelante… y lamentablemente lo que estamos comprobando es que –salvo contadísimas excepciones- cuesta encontrar algún puesto político que demuestre estar a la altura: a nivel regional, nacional o internacional. No han sido capaces ni siquiera de comunicarse entre ellos para “aunar sinergias” -como dirían los modernos- y presentar un frente común con medidas consensuadas ante la gravedad de la situación.
Yo me pregunto para qué sirven la ONU, el G-20, la UE y otras tantas organizaciones internacionales si cuando llega un momento de máxima exigencia cada socio no sólo hace lo que quiere, sino que adopta medidas que pudieran ser insolidarias y con las que puede estar dañando a un vecino y supuesto aliado que está en una situación bastante más grave. A lo mejor cuando esto pase deberíamos plantearnos para qué sirve mantener estos “tinglaos” que se están demostrando tan ineficaces en situaciones de auténtica emergencia internacional como útiles a la hora de amparar discursos «buenistas», ecologistas, etc… ¿De verdad que la UE no sirve para anticipase ante la gravedad de la situación que se avecinaba con esta pandemia, para coordinar las acciones a tomar o para elaborar un protocolo de actuación único para sus socios?
En el panorama nacional la situación es –si cabe- más dramática, porque no se atendió en su momento a las advertencias sobre la gravedad del virus que diversas instituciones lanzaban, se tardó en adoptar medidas y cuando éstas se adoptaron se está demostrando que no funcionan con la rapidez que la situación requiere. Se ha demostrado lo que muchos lamentábamos: que vivimos en un país de reinos de taifas, con presidentes, vicepresidentes, ministros, consejeros y una pléyade de altos cargos que no demuestran su valía … y casi 5000 muertos a sus espaldas en menos de un mes.
Si a cualquier empresa de construcción le hacen una inspección y sus trabajadores no disponen de los EQUIPOS DE PROTECCIÓN INDIVIDUAL, la sanción es de órdago para los responsables; si hay un accidente laboral (no digamos ya con resultado de muerte) y el trabajador no lleva puestos los regalmentarios EPIs, la pena que se solicita para los responsables es la inhabilitación y la cárcel, y así se ha sentenciado en ocasiones… pues llevamos 9444 sanitarios contagiados, a los que podríamos añadir datos de otras profesiones que también están en primera línea (policía, militares, farmacéuticos, personal de supermercados, etc). Por favor, que alguien me explique cómo es posible que nuestros profesionales sanitarios no tengan equipo para hacer su trabajo con garantías: mascarillas, guantes, ropa… y que aún no haya ningún responsable en el patíbulo (en sentido figurado, por supuesto).
Ayer se conoció que el gobierno compró 9000 test de detección de coronavirus inservibles debido a su baja fiabilidad, y hoy las noticias ya hablan de que los test comprados por este gobierno fueron en realidad 50000. Parecería una escena de un cómic de Ibáñez si no fuera porque esta negligencia está costando vidas.
La rabia y la impotencia me invaden y secuestran las palabras que estos irresponsables se merecen. Sólo pienso que llevamos casi 5000 muertos, hoy 728 más que ayer…
Pero esto es el resultado de los modelos modernos que algunos llevamos pregonando en el desierto mucho tiempo, porque es el modelo que esta sociedad tan guay nos ha impuesto. Nuestra generación no es tan buena como nos han dicho. Pecamos de soberbia y hemos estado entretenidos divagando sobre temas banales como si fuéramos Valdanos hablando de “la posición de teórico medio volante defensivo”. Somos la generación de arreglar las cosas con reuniones, con comisiones, del oportuno “mira a ver si…” o del “hacía falta que…”, pero no solemos ser resolutivos. Desde que empezó el año hemos estado entretenidos con la composición de un gobierno progresista (todo tiene que ser progresista) e igualitario, con el pin parental y la educación, con la internacional emergencia climática, con la subida de los océanos y las emisiones de CO2, con la igualdad de género y el lenguaje inclusivo… y hemos desatendido lo realmente importante.
Lo único que reconforta es pertenecer a esta sociedad de solidarios, en la que podemos comprobar cómo la inmensa mayoría de la gente acata resignada las instrucciones del confinamiento, espontáneamente salimos a las ventanas a aplaudir a nuestro gremio sanitario en señal de gratitud y reconocimiento a su trabajo, nos esforzamos por trabajar desde casa de la manera que podamos para que la actividad no pare en nuestras empresas, aparecen voluntarios prestos a fabricar mascarillas o protecciones, desarrollar respiradores, colaborar en lo que cada uno pueda para facilitar ayuda a organizaciones o vecinos…
Me parece (y ojalá me equivoque) que cuanto más se dilate la situación iremos a peor, porque nunca la solución puede estar en quien es el origen del problema, porque nuestra gente se seguirá muriendo estrepitosamente, porque los encargados de curarnos están cayendo contagiados dramáticamente, porque la sociedad –por enorme que sea su esfuerzo- no está preparada para resistir en estas condiciones mucho más tiempo: empresas, educación, actividad…
Y conste que soy de los que piensa que de esta situación saldremos, como aseguraba en el artículo de hace unas fechas, pero me enfurece que la salida cueste más esfuerzos y más víctimas de las estrictamente necesarias, sobre todo por la ineptitud de las personas que tienen que enfrentarse a la situación. Me remito lo que reza en esta foto que hoy compartía en redes sociales Raimundo Abando.
Volviendo a las sentencias de mis veteranos, y de las que hablaba al principio, no sé lo que pasaría en este momento si pusiéramos al camillero al frente del hospital, pero seguro que no lo hacía peor que los responsables que tenemos ahora. Los resultados de nuestros jefes, en este momento no son mediocres, ni insuficientes, ni siquiera muy deficientes… son dramáticamente trágicos.
#DeEstaSalimosJuntos
NOTA: Publicado en LinkedIn el 27 de marzo de 2020