UN PRODUCTO DE LA COMPETENCIA

Foto cortesía de Pedro Álvarez

La foto que ilustra estas líneas se tomó durante la fase de montaje de un “spherical tank” -como se les denomina en el mercado internacional- o lo que en nuestro negocio se conoce popularmente como una esfera, uno de los equipos de almacenamiento que mi empresa lleva diseñando, fabricando y montando desde hace más de 50 años. Pero lamentablemente esta no es una de nuestras esferas: un buen amigo compartió orgulloso conmigo esa foto hace unas semanas mientras tomábamos un aperitivo y comentábamos temas profesionales. Ese proyecto es el fruto de su trabajo y buen hacer en una empresa que confió plenamente en él hace algo más de un año, y al verla me llamó la atención el gran tamaño de esta “pelota” así que sólo le pregunté por el número de patas: “trece” -me confirmó-, haciendo que yo recordara otros tiempos en los que nuestra empresa lideraba ese negocio en España. Para que se hagan una idea de la magnitud de ese equipo, una esfera de 13 patas debería tener un diámetro aproximado de 24 metros y una capacidad de almacenamiento cercano a 8000 m3.

Las esferas son un tipo de equipos a presión, diseñados según el Código ASME y que se utilizan para el almacenamiento de productos tales como amoníaco anhidro, GLP, LGN, gasolina, nafta, butadieno, etileno, hidrógeno, oxígeno, nitrógeno, argón, biogás, etc. Su forma esférica ofrece la ventaja de una distribución uniforme de la tensión bajo carga interna, lo que supone un menor espacio utilizado para el almacenamiento presurizado y ofrece costos más bajos para fundaciones, revestimientos, accesorios y tuberías que otras opciones.

El uso de las esferas de almacenamiento se remonta a 1923, cuando la empresa americana CB&I montó el primer equipo de almacenamiento presurizado en Porth Arthur (Texas). En aquella época las uniones de las chapas conformadas se realizaban mediante la técnica del remachado hasta que en los años 40 del pasado siglo se extendió el uso de la soldadura para las uniones. CB&I bautizó a estos equipos como “Hortonspheres” y registró su denominación en honor a uno de sus fundadores, Horace Ebenezer Horton.

Una de estas primitivas esferas aún podía contemplarse en Poughkeepsie, New York en 2012 (fotografía de Jeff Buster)

Photo Jeff Buster

Volviendo al inicio, la foto compartida por mi amigo me transmite una mezcla de sentimientos y reflexiones: en primer lugar, me alegro del éxito de mi amigo, quien por fin encuentra el merecido reconocimiento a su trabajo, desempeño y valía. Este hombre se identifica con el caso demasiado común de profesionales que se dedican en cuerpo y alma a la empresa, que desde la ética profesional defienden con denuedo los intereses de su compañía a la vez que tienen el criterio necesario para obtener los máximos beneficios a la par que la satisfacción en el cliente. Lamentablemente para nuestro protagonista, hasta ahora había pasado por algunas empresas en las que el servilismo primaba sobre la profesionalidad, por lo que algunos mediocres se habían encargado de ponerle techo a su trayectoria, negándole el reconocimiento justo a su trabajo: me alegro de que haya tenido la oportunidad de demostrar su valía, de que haya encontrado un lugar en el que se le reconozca justamente y que la Puerta Grande se abra por fin para él aunque… sea tarde.

En segundo lugar, me congratula que el mercado se mueva y este tipo de equipos se sigan demandando, porque eso quiere decir que mi empresa tendrá nuevas oportunidades para mantenerse en un mercado en el que siempre hemos sido competitivos y -en algunos casos- referencia. Es bueno que tengamos competencia, porque la competencia siempre nos hace mejores y evita que nos acomodemos en un sector cada vez más exigente, pero dominamos el producto y estoy seguro de que volveremos a tener nuestra cuota de protagonismo.

Y enlazando con esto y, en tercer lugar, me resultó grato comprobar que, si bien la esfera que encabeza el artículo es un aparato de dimensiones colosales y digna de admiración, ese proyecto no supera todavía a un equipo mayor aún y -esta vez sí- diseñada, fabricada y montada por mi empresa FELGUERA-IHI hace ya veinte años. En 2002 mi empresa aún tenía una limitada dimensión (unas 45 personas en oficina y una flexible pero versátil y eficaz plantilla en obra) y yo ya llevaba 3 años en la empresa cuando PROQUIMED nos adjudicó el proyecto de una esfera para almacenar 10000 m3 de Amoniaco Anhidro en su planta de Castellón. El trabajo de diseño de nuestro departamento de ingeniería definió un equipo con una envolvente esférica de 96 chapas y 26,8 metros de diámetro, soportada por 14 patas que se fabricó en nuestro Tallerón de Gijón. Además, fue la primera vez en la que tuvimos que armonizar el diseño del equipo según el Código ASME para cumplir también con la directiva europea para equipos a presión (97/23/CE). A pesar del reto y de la envergadura del proyecto, todo salió según lo previsto y podemos presumir de haber sido los responsables de la mayor esfera puesta en marcha en continente europeo en aquella época (desconozco si veinte años más tarde sigue siendo así).

Para su solaz y entretenimiento y, -sobre todo- con la finalidad de que admiren semejante obra de ingeniería, les comparto un par de fotos (en fase de montaje y una vez terminada):

Por lo visto en esta historia, podríamos concluir con cierto optimismo que si el mercado se mueve y apuesta por nuevos proyectos deberíamos estar prestos a aportar soluciones a las necesidades de nuestros clientes, y atentos a las oportunidades que se pueden presentar tanto para profesionales como para empresas: ya ven que a veces también el tiempo se encarga de poner las cosas en su sitio y premiar con el reconocimiento a quien de verdad se lo merece.  

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